OPINIÓN: Lo que te pierdes si sólo lees los titulares

Sólo nos quedamos con los titulares, sólo oímos el resumen de las noticias en la radio… ocurre a veces en los comentarios que recibimos a nuestras noticias, ¿es que no se ha leído entero el artículo? Al final, tanta información sesgada puede ser la culpable de que en muchas esquinas, en bares y supermercados, las animadas discusiones entre vecinos y amigos tengan como base la confusión y la mezcla de datos. ¿Y si no, qué pensarían, por ejemplo, de un titular que dice: “Me siento como Cristiano Ronaldo”? Parece un grito de orgullo exaltado, pero ¿quieren saber más?
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martes, 17 de mayo de 2011

'La Palabra y la Cultura' del artista Juan Francisco Casas ('especialmente dedicado a mis paisanos de La Carolina')

Llevo varios días dándole vueltas a una cosa: ¿Debería sorprenderme el comprobar últimamente como en pleno siglo XXI, la agresividad y el odio que se pueden destapar al debatir temas relacionados aunque sea indirectamente con religión? Cierto es que no lo creo, no debería sorprenderme, pero aún así lo hace: a colación de la pasada beatificación de Juan Pablo II, comenté por aquí -el autor se refiere al Facebook- un par de datos objetivos, en tanto que son demostrables (la relación del Papa con Pinochet, con el fundador de los Legionarios de Cristo, en contra de la Teología de la Liberación y los métodos anticonceptivos, etc.) y quizá no muy edificantes. Como respuesta, recibí comentarios de gente que muy educadamente destacaban otros aspectos positivos del Papa beato, aunque nunca negando mis incuestionables afirmaciones. Al mismo tiempo y por parte de una persona totalmente desconocida, recibí sorprendido, insultos y ataques directos hacia mí, que intenté responder desde la educación y  la mesura.


Vista la insistencia, rayana en lo psicótico, de sus mensajes y sus insultos y teniendo en cuenta que provenía de una persona que no había visto en mi vida, decidí eliminar mis comentarios a pesar del interesante debate que generó entre la gente que decidió contestar y rebatir con educación y respeto (cosa que en ningún momento hizo el susodicho). Fui comprobando con cada frase que me dirigía, su incultura y sus limitaciones, pero al ver que ni aún así cesaba en el empeño no tuve más remedio que bloquearlo. Ahora sé que esa persona que es paisano mío y siento una mezcla de vergüenza y tristeza por compartir algo con semejante individuo, aunque sea solamente el lugar de origen.

Obviamente su formación le hizo recurrir patéticamente a la descalificación personal en lugar de a la reflexión y al diálogo, pero no comprendo como en pleno siglo XXI y en un país que pretende ser civilizado podemos todavía encontrar tales grados de fanatismo. Supongo que su incapacidad le hacía imposible rebatir ninguno de mis argumentos (se hace complicado de hecho debatir cuando tienes delante a un absoluto iletrado) sin embargo me niego a sentir ninguna piedad o de mirar hacia otro lado cuando se me ataca de manera personal, aunque el ataque venga desde tan abajo como las profundidades cloacales de un intelecto mínimo.

Para algunas mentes medievales, casi paleolíticas, religión y libertad de expresión aún son incompatibles. Si con la reciente boda real inglesa eché, en broma, de menos a Robespierre, tristemente, y esto es totalmente serio, mucho más falta nos hace hoy día Voltaire.

Debatir una cuestión sin resolverla es siempre mejor que resolver una cuestión sin debatirla. A veces se rehuyen las discusiones como si discutir fuera malo, inconveniente; debatir y discutir se han convertido en verbos con una cierta carga de violencia y agresividad, que es lo que suelen hacer aquellos que quieren imponer un único modo de ver las cosas. Yo no me arredro ante patanes, yo no rehuyo las discusiones ni lo haré, ya que parte de mis más profundas creencias, desarrolladas a lo largo de años de reflexión, educación y lectura, son la superioridad moral de la inteligencia, la cultura y del diálogo, y la convicción de que el objeto de cada discusión no debe ser el triunfo, sino el progreso. Entiendo que personajes vulgares, tristes y oscurantistas existirán siempre y en todos los ámbitos de nuestra vida, y siempre intentarán hacernos callar desde su zafiedad e integrismo, pero es responsabilidad de todos los demás hacer que nuestra sociedad avance y apartarlos de nuestro camino con nuestras únicas y efectivas armas: la palabra y la cultura.

1 comentario:

Patricio dijo...

A defenderse con la palabra, que para eso está. ¡Viva la diversidad!