OPINIÓN: Lo que te pierdes si sólo lees los titulares

Sólo nos quedamos con los titulares, sólo oímos el resumen de las noticias en la radio… ocurre a veces en los comentarios que recibimos a nuestras noticias, ¿es que no se ha leído entero el artículo? Al final, tanta información sesgada puede ser la culpable de que en muchas esquinas, en bares y supermercados, las animadas discusiones entre vecinos y amigos tengan como base la confusión y la mezcla de datos. ¿Y si no, qué pensarían, por ejemplo, de un titular que dice: “Me siento como Cristiano Ronaldo”? Parece un grito de orgullo exaltado, pero ¿quieren saber más?
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Lo que te pierdes si sólo lees los titulares

Sólo nos quedamos con los titulares, sólo oímos el resumen de las noticias en la radio… ocurre a veces en los comentarios que recibimos a nuestras noticias, ¿es que no se ha leído entero el artículo? Al final, tanta información sesgada puede ser la culpable de que en muchas esquinas, en bares y supermercados, las animadas discusiones entre vecinos y amigos tengan como base la confusión y la mezcla de datos. ¿Y si no, qué pensarían, por ejemplo, de un titular que dice: “Me siento como Cristiano Ronaldo”? Parece un grito de orgullo exaltado, pero ¿quieren saber más?

El subtítulo ya aclara algo: “El joven que ha matado al Toro de la Vega a lanzadas presume de su hazaña”. Es decir, el que mató al toro, dijo sentirse así. Pero no es suficiente para entender. Lo cierto es que los artículos sobre el evento reflejan que en esas calles y plazas del pueblo de Valladolid, en las que corre el toro llamado Afligido que morirá presa de patadas, palos, picas y toda clase de salvajadas, hay niños con lanzas de juguete. Exacto, ése es el ejemplo que reciben muchos pequeños, una herencia de barbarie y vergüenza que cada año se repite en las Fiestas que, para más vergüenza del país, abandera el título de Interés Turístico Nacional. Hubo un grande que dijo: "La grandeza y el progreso moral de una nación se mide por cómo trata esta a los animales". Ahí queda.

“El toro es cubierto con un plástico para que no se vea la agonía, solo se intuya, ni cómo lo apuntillan y le cortan el rabo. Los defensores, más allá de vacíos argumentos que suenan a aquello de agarrarse a un clavo ardiendo sobre mataderos, esgrimen un ataque como mejor forma de justificar la matanza: fuera esa gente que habla del sufrimiento animal pero que, ¡¡qué contradicción!! comen carne. Esos no tienen nada que decir. Pero, ante todo, se trata de una tradición que se remonta al siglo XIV. Como si todo lo que llega de antaño, sólo por su sabor de costumbre histórica, tuviera que ser conservado. ¡Evolucionemos, por favor! Es un espectáculo más que grotesco, avergonzante, y, por desgracia, con algún que otro parangón no digno de mención. Bastante publicidad tiene ya, como daño colateral, este acto por las numerosas denuncias anuales.

Señores esto es un escarnio, una barbarie, un muestra pública y sin pudor de lo más primitivo y salvaje: incluso se ha intentado matar al toro con destornilladores. ¿Y qué podemos hacer? Primero leer, enterarnos bien, con este y con cualquier tema; después explicar las cosas como son a los pequeños; y, por último, ser coherentes del mundo en el que vivimos para intentar, sí seguro que con su imaginación encuentran en este caso y en otros muchos, la forma de hacerlo un poco mejor. Miren, si no, qué gran trabajo realizan en nuestro pueblo asociaciones como Hogar de Asis. En serio, entren y lean: www.hogardeasis-lacarolina.es.