Centro de Salud Purísima Concepción. |
No es de recibo, simplemente no lo es. Trabajar bajo el yugo de la violencia, aunque sea verbal. Y es lo que ocurre de forma insistente en el centro de salud de La Carolina. El trato que una parte de la población se empeña en dar al cuerpo sanitario de La Carolina traspasa con demasiada frecuencia la línea de lo aceptable: amenazas de muerte y algún que otro empujón gratuito. Nadie, y quizás menos aquellos que se dedican a ofrecer un servicio a la población, deberían aguantar este tipo de presión. Pues bien, no sólo ocurre esto sino que en La Carolina, además, hay quien amenaza y luego denuncia ante la Guardia Civil que se le ha dado un mal servicio.
La actitud agresiva de una parte de la población carolinense provoca la visita de la Guardia Civil al Centro de Salud Purísima Concepción de La Carolina muy a menudo. Y parece ser que durante las guardias nocturnas, a altas horas de la madrugada, es el momento más recurrente. Así, crece cada mes la falta de tranquilidad que se respira entre los profesionales de la salud y las consecuentes acciones judiciales que algunos de ellos se ven obligados a tomar. Porque los pacientes que se ven con el derecho a gritar a un médico o a un enfermero, si no consiguen lo que quieren, también creen tener de su parte a la justicia, por lo que a veces llegan a denunciar al facultativo cuando no obtienen su objetivo. Sin importar las normas ni la opinión profesional. Y esto es lo que ocurrió en el último caso que se ha conocido.
La pasada semana, durante una guardia y a horas intempestivas, un joven de unos 30 años exigió al médico de guardia una receta para comprar insulina para su madre, enferma crónica, (es decir, con una dolencia de larga duración y cuyo tratamiento está planificado y cuenta con las cantidades de medicación reguladas con antelación). Al hombre, no le sirvió la explicación del médico de guardia sobre la imposibilidad de dispensar en horas de guardia este tipo de medicamentos incluidos en tratamientos para enfermedades crónicas, como el de su madre; tampoco la posibilidad de ponerle esa insulina allí mismo, en el centro de salud, como solución hasta que la enferma pudiera ver a su médico, responsable de la revisión de su medicación.
Así que la actitud del doctor fue ofrecer la única solución posible que la normativa la ofrece: dar una "receta blanca" para que la farmacia pueda dar un medicamento que, de otra forma, no se vendería. Pero el coste corre a cargo del paciente. Y el hombre no estaba dispuesto a pagar los cerca de 80 euros de la medicina. Así que el hombre entendió que la culpa de lo que pudiera pasarle asu madre era del médico. "Y si le pasa algo vengo y te mato", fueron expresiones que el profesional, a pesar de su diligencia, tuvo que soportar estoicamente.
Pero eso no es todo, además de amenazar de muerte al médico en varias ocasiones y delante de testigos, el hombre pidió el libro de reclamaciones, en el que dijo que "no había sido atendido y que se habían reído de él". Poco después la Guardia Civil se personificó en el centro de salud porque el joven había denunciado al médico bajo el argmento de que no se le había atendido. Ahora, todo está en manos de los jueces, ya que el médico ha puesto una denuncia por agresión verbal, en la que explica lo sucedido. Desde el centro de salud esperan que esta vez sí que haya un castigo ejemplar hacia el joven. Es el único arma que tienen, de momento.
Repulsa conjunta
No hace mucho que esta situación se convirtió en un motivo de repulsa conjunta por parte de los representantes de la política local, que crearon una bonita foto denuncia junto al cuerpo del centro de salud tras una agresión que mantuvo de baja durante un tiempo a la víctima. Pero las acciones han de ir acompañadas de una verdadera educación para acabar con el problema o de medidas de castigo por parte de la justicia, como reclama una parte de la plantilla sanitaria. Porque están más que hartos.
1 comentario:
Estamos de acuerdo en que la violencia y las amenazas están injustificadas, pero siempre veamos los dos puntos de vista. Hay muchos médicos que tratan a sus pacientes con una superioridad y prepotencia dignas de semi-dioses y si el paciente en cuestión es analfabeto o de una minoría étnica acostumbrada a ser tratada como escoria pues las cosas se ponen un poco tensas. Hay que tener en cuenta que una persona que acude a estos servicios públicos, ya vienen encontrandose mal desde un principio, y si a una pesona que está enferma, irritable, vulnerable e insegura, lo que menos le conviene es que le toquen la moral. Lo que hace falta en estos casos es tener un poco de tacto y dos dedos de frente antes de hacer de su doctorado un arma para menospreciar al ciudadano medio-bajo, que ya bastante tiene con lo suyo.
Publicar un comentario